Para analizar la inversión de un bien raíz, ya sea el desarrollo de un proyecto inmobiliario o la compra de un inmueble para renta, se requiere tener en consideración una serie de diversos factores.
Estos pueden incluir: la maximización de la normativa urbanística, la proyección volumétrica a través de un estudio de cabida, la determinación del mix y tipologías respecto de un análisis comercial y demográfico del contexto urbano, la proyección de flujos futuros con los tiempos que demora la tramitación de permisos, las tasas de descuento, las velocidades de venta, la variabilidad de costos de materiales y las consideraciones legales de adquisiciones y enajenaciones.
De estos factores podemos inferir que existe una multiplicidad de temas, y por ende, contar con una mirada integral y un equipo multidisciplinar es fundamental.
Ahora bien, en momentos como los actuales, con los vaivenes de la economía y cambios sociales, ya no basta tener una mirada estática o unidireccional de las distintas disciplinas, si no, los profesionales que son capaces de conocer e integrar más allá de su disciplina y formación, pueden ser un gran activo en las empresas que requieran afrontar los nuevos desafíos.
Hemos visto empresas cuyo core business es el inmobiliario, pero el 100% de sus integrantes son ingenieros comerciales. Si bien esto puede tener una lógica de negocio, los inmuebles o el “real estate” es finalmente un negocio de “ladrillos”, y por ende, contar con una expertise integral puede ser un elemento diferenciador. Arquitectos que puedan integrar la normativa de edificación, con la evaluación de proyectos y el análisis urbano, o abogados que puedan integrar los riesgos constructivos, o comerciales que puedan validar los estudios de títulos y constructores civiles que puedan proyectar espacios, serán los profesionales del futuro, que probablemente en su conjunto puedan tener un sello diferenciador y así resolver los problemas de los activos inmobiliarios desde una nueva mirada.